Socerafobia:
Miedo a los suegros.
Definición ampliada:
Se define como un persistente, anormal y injustificado miedo a los propios suegros.
Como todas las otras fobias, ésta es un miedo irracional creado por la mente, que se manifiesta en diversos modos. Algunos la viven como una obsesión, presente en cada momento del día, especialmente si el contacto con los suegros es frecuente; otros la viven solamente en momentos particulares, como por ejemplo durante las fiestas de Navidad, Pascua y Año Nuevo.
En general esta fobia se establece desde el primer encuentro, las primeras frecuentaciones con la familia de la pareja. Este encuentro con los padres del otro es por cierto difícil para todos: ya sea para los hijos, ya sea para los padres. Para los hijos se trata de un encuentro que se asemeja mucho a un examen que es necesario superar para ser aceptados en el nuevo grupo familiar; para los padres, futuros suegros, es una fase de pasaje muy importante, durante la cual –si no se lo ha hecho antes- se adquiere por primera vez plena conciencia de la maduración biológica del propio hijo, del propio envejecimiento y el cambio de roles en la familia. Es un momento en el cual aparece en escena la separación, el momento en el cual se anuncia que el nido, ocupado hasta entonces, está por ser definitivamente abandonado.
Naturalmente, no todos los hijos comprometidos o casados están entonces realmente maduros (tampoco psicológicamente) para dejar la casa paterna, así como no todos los padres están dispuestos a sacrificar el propio rol y los propios poderes confrontándose con los de su hijo o hija. Por estos motivos, al menos al inicio, la relación con los suegros es siempre un poco difícil y no hay que sorprenderse de que las personas particularmente ansiosas o con baja autoestima puedan desarrollar una verdadera fobia al confrontarse con estos “jueces”.
El primer encuentro, más que embarazoso y pleno de ansiedad, puede también representar un momento de profunda desilusión para los varios protagonistas. A menudo esta desilusión no es explicitada completamente, pero se la expresa a través de pequeñas frases, alusiones, comentarios en ocasiones algo provocadores, que a veces explotan de improviso en violentas discusiones familiares.
Además, a menos que se los conozca desde la infancia, es obviamente difícil convivir con personas extrañas “como si” fueran realmente parientes: para un joven que entra en una nueva familia se trata de adecuarse a nuevas reglas, nuevos hábitos, nuevos gustos ya sean culinarios, televisivos o relativos al estilo de vida.
La fobia a los suegros consiste entonces esencialmente en el temor, en la ansiedad que se sienten al sólo pensar en tener que encontrarse con los padres, y por extensión a la familia entera, del propio compañero. Se tiene miedo de ser juzgado, criticado, ofendido delante de otras personas o simplemente se teme no estar a la altura de las circunstancias, se teme estar demasiado lejos de las expectativas que ellos nutrían al confrontarse con el compañero considerado “ideal” por el propio hijo o hija.
Si bien muchas cosas han cambiado en nuestra vida social, aún resisten ciertos parámetros de valoración en la elección efectuada por los hijos, que condicionan notablemente la relación con la familia política: la nuera, por ejemplo, debe ser bella, o al menos agradable y más jóven que el marido; el yerno en cambio debe ser más maduro que la propia hija y en lo posible más culto y rico. Estar afuera de estos parámetros tradicionales y de estos prejuicios puede ser muy difícil y frustrante para los directos interesados.
A veces son los suegros que al principio asumen un comportamiento invasor y poco comprensivo, otras veces son los jóvenes que se rehúsan a entrar en puntas de pie al nuevo ámbito familiar, aceptando sus ritmos, sus ritos y sus costumbres. Más a menudo resulta que la relación entre ambas partes es difícil porque de ambas partes se elige una actitud de rigidez e intolerancia.
Tal vez el secreto para establecer una buena relación con los suegros y también para superar esta fobia sea no darle demasiada importancia al grupo familiar que se va a conocer y frecuentar, sino a las personas individuales. Con cada una de ellas es importante establecer una relación personal, lo más natural posible, en base a la propia intuición y a la propia sensibilidad. Seguramente, también ayude evitar comportamientos demasiado vistosos, como hablar demasiado y buscar monopolizar la atención. La clave del éxito es buscar siempre de ser uno mismo, sin querer mostrar demasiado desde un comienzo, sin querer agradar a toda costa, mostrándose diferente si uno así lo siente, pero siempre con el debido respeto por todo aquello que, sin compartirlo, es importante para la persona que uno ama.